Restablecimiento relaciones diplomáticas Cuba-Estados Unidos
Maylin Guerrero Ocaña*
“Cuando algunas heridas comienzan a sanar”
Miles de cubanos celebraban su devoción por San Lázaro, el santo sanador de heridas y enfermedades, y cuya veneración ocupa en la Isla el segundo lugar después del de la Virgen de la Caridad del Cobre, Patrona de Cuba. Hacia el santuario nacional, ubicado en un indeleble pueblito al oeste de La Habana, se dirigían (diciembre, 2014) muchos fieles para cumplir promesas satisfechas, aliviar su dolor corporal y espiritual, y ponerle ofrendas al viejo santo de muletas y perros a sus pies, en una peregrinación que cada año adquiere mayores dimensiones. Pero esta vez, muy pocos lo sabían, otras heridas intentarían sanarse, y no precisamente gracias a San Lázaro (o bien sí, alegarían los creyentes).
En horas del mediodía, en alocución transmitida por la televisión nacional, el presidente cubano Raúl Castro anunciaba el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre su país y Estados Unidos. De manera simultánea, su par norteamericano, Barack Obama, ofrecía desde la Casa Blanca un discurso televisado sobre el cambio de política de su gobierno hacia la Mayor de las Antillas. Cubanos, norteamericanos, latinoamericanos…el mundo entero estaba presenciando el hecho más impactante, significativo e inesperado en la geopolítica regional de las últimas décadas.
“Al reconocer que tenemos profundas diferencias, fundamentalmente en materia de soberanía nacional, democracia, derechos humanos y política exterior, reafirmo nuestra voluntad de dialogar sobre todos esos temas”, señalaba Castro en su comunicado oficial. Asimismo, exhortaba al gobierno de los Estados Unidos a “remover los obstáculos que impiden o restringen los vínculos entre nuestros pueblos, las familias y los ciudadanos de ambos países…”[1].
Intercalando frases en español en su discurso, Obama reconocía lo obsoleto del enfoque que por décadas habían mantenido las distintas administraciones estadounidenses para promover sus intereses en la Isla, y afirmaba que a partir de este anuncio empezarían a normalizar la relación entre ambas naciones. “Hacemos un llamado a Cuba -enfatizaba- para que desencadene el potencial de 11 millones de cubanos al poner un punto final a las innecesarias restricciones impuestas en sus actividades políticas, sociales y económicas. Con ese mismo espíritu, no debemos permitir que las sanciones de Estados Unidos impongan una carga aún mayor a los ciudadanos cubanos a los que estamos intentando ayudar”[2].
Llegaban nuevos días para las relaciones entre dos vecinos geográficamente tan cercanos y políticamente tan lejanos. Una etapa de deshielo que en gran medida fue propiciada por el apoyo del Vaticano, especialmente del Papa Francisco, quien propició los diálogos de alto nivel; y del gobierno de Canadá, sede de estas conversaciones. También fue posible, según coinciden los expertos, por la combinación de circunstancias y factores que nunca antes se habían dado, entre ellos la favorable opinión pública en la nación norteña -incluida la de los cubanoamericanos de forma general-, la presión por parte de los gobiernos latinoamericanos y el resto del hemisferio a favor del proceso, las relaciones con la Unión Europea, y los cambios económicos y políticos que están teniendo lugar en la Isla caribeña en los últimos años.
Aún con un escepticismo arraigado por décadas, en la mayoría de los cubanos de las dos orillas nacía la esperanza de que sanasen algunas de las más profundas heridas acumuladas en más de medio siglo de hostilidades y enfrentamientos exacerbados por las marcadas diferencias ideológicas de estos viejos enemigos de la Guerra Fría. Ese día, muchos en el mundo (no solo cubanos) alabaron y agradecieron a San Lázaro, a Raúl y a Obama por los nuevos acontecimientos, y por los beneficios que podrían generar para dos pueblos con fuertes vínculos históricos y culturales.
8 de noviembre de 2015
Hace más de un año que los gobiernos de La Habana y Washington realizaran los históricos anuncios en torno a la apertura del proceso de negociación para el restablecimiento de sus lazos diplomáticos. Desde entonces, una y otra vez, los acontecimientos vinculados a estos hechos han acaparado la atención mundial, al tiempo que constituyen indicadores de cuánto se ha avanzado en este largo y complejo camino de normalización de estas relaciones.
Primero fue el canje de prisioneros encausados en Cuba y Estados Unidos por motivos de espionaje, que antecedió incluso los pronunciamientos de Obama y Castro. Luego el gobierno norteamericano retiró oficialmente a la Mayor de las Antillas de su lista de países patrocinadores del terrorismo. Y eliminado este obstáculo, se iniciaron las rondas de conversaciones al más alto nivel, llegando a mediados de año la confirmación de ambos presidentes de que el restablecimiento formal de las relaciones era ya una realidad, ratificada luego por la consecuente apertura de las respectivas embajadas.
Varias acciones se han desarrollado para materializar este acercamiento, como por ejemplo, la reanudación de la telefonía y las conexiones aéreas directas entre los dos países; y la creación del Consejo de Negocios EE.UU-Cuba, en la sede de la Cámara de Comercio de Estados Unidos, para fortalecer los vínculos comerciales y empresariales e identificar oportunidades de negocios para ambas naciones.
También resultó primordial el paquete de medidas puesto en vigor por Obama a raíz de su pronunciamiento, en otras áreas identificadas de esenciales para el giro de la política estadounidense. Algunas eliminaron restricciones de viajes de ciudadanos de Estados Unidos a Cuba, y viceversa; permitieron una mayor cooperación entre instituciones financieras de ambas naciones y el mejoramiento de sus servicios; e incrementaron los límites de las remesas familiares enviadas a la Isla en un trimestre, de 500 a 2 000 dólares americanos; entre otras facilidades.
Pero Estados Unidos tiene mucho más que ofrecer a Cuba, mucho más en relación a lo que pudiera ofrecerle la Isla. Por eso La Habana sigue insistiendo a Washington que, para lograr la plena normalización de los lazos diplomáticos, resulta esencial el levantamiento del bloqueo económico, comercial y financiero que ahoga al país desde hace más de 50 años; la devolución de la base naval de Guantánamo, territorio ocupado ilegalmente; el fin de la Ley de Ajuste Cubano, que al beneficiar a los cubanos con la rápida obtención de la residencia legal en Estados Unidos, estimula la emigración ilegal desde la Isla hacia ese país. La Habana también demanda la eliminación de los programas dirigidos a la subversión del orden constitucional del país, y las compensaciones al pueblo cubano por los daños producidos en más de cinco décadas de agresiones.
Son viejas heridas que continúan abiertas. Con tal de sanarlas o minimizar su impacto, Cuba está dispuesta a ceder, a dialogar, pero siempre, y así lo ha manifestado su gobierno, desde “el respeto absoluto a nuestra independencia y soberanía; el derecho inalienable de todo Estado a elegir el sistema político, económico, social y cultural, sin injerencia de ninguna forma; y la igualdad soberana y la reciprocidad, que constituyen principios irrenunciables del Derecho Internacional”[3].
Mientras, Estados Unidos plantea revisar en un futuro cercano cada uno de estos temas; pero exige ser compensado por los medios nacionalizados en Cuba en los años 60, tras el triunfo de la Revolución; y no constituye un secreto para nadie que tampoco cejará en su empeño de seguir impulsando cambios concretos en la Mayor de las Antillas, pero ahora aplicando los preceptos de lo que los analistas definen como smart power, o uso estratégico de la diplomacia.
“Hablaremos en favor de la democracia, de la libertad del pueblo cubano de elegir su futuro, eso es lo que defendemos”[4], señaló en una entrevista concedida a Univisión el secretario de Estado norteamericano John Kerry, en la víspera de su visita a la capital cubana para participar en el acto de apertura de la nueva embajada estadounidense. En esa ocasión dijo además que confiaba en que el restablecimiento de vínculos diplomáticos con Cuba tendería paulatinamente a una mejora en la calidad de vida de los cubanos y en su propia política interna.
Amén de las controversias políticas que aún persisten, no hay dudas de que la apuesta de Estados Unidos y Cuba ahora es cualitativamente superior, ya que implica establecer un nivel de convivencia “como vecinos y no como rivales”, donde se respeten las diferencias y se solucionen los conflictos y desacuerdos en un plano de negociación, no signado por políticas de fuerza y hostilidad, que bastantes heridas y cicatricen han dejado en la historia de las relaciones entre ambos países.
* Periodista cubana. Maestrante en el Posgrado de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, perfil Comunicación.
[1] Castro, Raúl: “Debemos aprender el arte de convivir, de forma civilizada, con nuestras diferencias”. Diario Granma. 17 de diciembre de 2014. Consultado en: http://www.granma.cu/cuba/2014-12-17/debemos-aprender-el-arte-de-convivir-de-forma-civilizada-con-nuestras-diferencias
[2] Obama, Barack: Texto íntegro del discurso sobre la reanudación de relaciones EU-Cuba. Diario La Jornada. 17 de diciembre de 2014. Consultado en: http://www.jornada.unam.mx/ultimas/2014/12/17/texto-completo-del-discurso-de-barack-obama-8681.html
[3] Declaración del Gobierno Revolucionario. Diario Granma. 1 de julio de 2015. Consultado en http://www.granma.cu/cuba/2015-07-01/declaracion-del-gobierno-revolucionario
[4] Consultado en: http://www.univision.com/noticias/kerry-hablaremos-a-favor-de-la-democracia-en-cuba