Ni buenos samaritanos, ni felices feligreses
@onlyCervantes“¿Pues, qué son ahora ya estas iglesias, más que las tumbas y panteones de Dios?”
F. Nietzsche
La Gaya Ciencia
Aforismo 125
Es cierto que hay prácticas sin afrontar por parte de la Iglesia mexicana respecto su responsabilidad con las victimas de pederastia clerical, sin embargo, me parece que debemos entender al Papa Francisco como alguien con la intención innegable de regresar la iglesia a los pobres, a los excluidos y a los violentados.
Lo que México le grita al Papa es la necesidad de justicia, no de salvación. El problema es que el Papa no puede ofrecer semejante cosa, ni la otra, de hecho. En cambio, lo que ofrece, es fijar la mirada hacia las víctimas de esclavitud sexual, a las mujeres que faltan en el Estado de México, a las víctimas de la violencia en Ciudad Juárez, a los indígenas ignorados de Chiapas, a los pobres, a los migrantes y a las víctimas por descarte en un sistema desigual.
¿El 40 y 24 constitucional?
No es el siglo XIX y no nos encontramos en proceso de ruptura entre Iglesia y Estado. Es el año 2016 y estamos en contexto de guerra, pero no en contexto de guerra cristera. No pongo en duda que necesitamos un Estado laico, pero existen señales mucho más perversas de que el Estado actual se dedica a la protección de intereses particulares, y no son los de la iglesia.
El Estado se esfuerza por presentarse de forma siempre pura, limpia y libre de intereses externos, pero a veces, se deja ver como realmente es en contenido: susceptible, cuando no protector, de intereses particulares, sean legales o ilegales, que se apropian de los bienes destinados para todos pero utilizados sólo por algunos.
No es necesario ser especialista para dar cuenta de que hay policías “levantando” jóvenes en Veracruz, o policías federales trabajando para el narcotráfico abiertamente atacando estudiantes en Guerrero; o Gobiernos que concesionan el espacio público a privados en La Ciudad de México sin recato alguno; o Gobiernos locales concesionando explotación de hectáreas a mineras en Guerrero, lo mismo que a empresas privadas con proyectos altamente agresivos contra la naturaleza en Quintana Roo.
En este punto es imposible no transitar por la pregunta sobre la carga simbólica y política de estas acciones en un país con los niveles de desigualdad como este, por lo tanto, creo necesario señalar que existe una gran diferencia entre lo que viene a hacer el Papa, y lo que hacen de su visita los promotores publicitarios, televisoras, contratistas del gobierno y políticos hipócritas.
Hablando de políticos mexicanos, actuaron como feligresía hipócrita, más que como políticos hipócritas. Fue evidente que la fauna política consideró la visita del Papa Francisco al Palacio Nacional como una misa VIP, con oportunidad de llevar a la esposa para sacarse la foto con el Sumo Pontífice.
Una vez mas los “políticos” dan muestra de su miope visión y nula consideración al mensaje de su interlocutor. Además de su cinismo, muestran el desinterés e insensibilidad de la clase dirigente a peticiones populares. Muestran su narcisismo.
Esta visita pastoral, en la forma y contenido planteada por Francisco, acarrea inevitablemente consecuencias políticas. Considero que la intención es resaltar, a partir de la responsabilidad conjunta de la Iglesia con la población, la injusticia que va de la mano con la corrupción, y que es consistente en una sociedad clasista como la mexicana.
El Papa se va después de unos días pero encamina un reto misionero al episcopado mexicano de hacer conciencia a las necesidades reales de la población, creyente o no creyente, además de la difícil tarea de evitar la tentación del dinero y el poder político, eclesiástico o secular.
Francisco ha volteado la religiosidad a necesidades concretas y terrenales. Además lo ha hecho desde la investidura Papal con atribuciones como máximo líder de la Iglesia que ocasionará resistencias al interior.
Se reitera frecuentemente que la religión es el opio del pueblo, pero esto se cumple solamente cuando es instrumento de dominación, en cambio, si se plantea en forma de puente político, en el sentido comunicativo donde se afirma y respeta la existencia del otro.
¿Seremos nosotros, los no creyentes, los arrogantes inquisidores del llamado al alto a la corrupción, a la opresión y despojo generado en beneficio de un grupo minoritario?¿Negaremos el llamado de voltear hacia los excluidos sólo por la carga simbólica del interlocutor? ¿Por ser ateos? ¿por ser cristianos?
Sería como afirmar que hemos elegido esta forma de vida que consiente y fomenta una perversidad clasista y violenta a los sistemáticamente violentados.
Hay muchas formas de intransigencia. Con argumentos religiosos o sin ellos, muchas formas de negar la palabra antes de ser dicha. Hay muchas formas de olvidar al otro, cuando no violentarlo o anularlo, aquí abordé aspectos estructurales pero también son visibles en actitudes de la vida diaria.
Hay muchas formas de ser ese que segrega, juzga, difama o grita: ¡Vicioso! ¡Criminal! ¡Indio! ¡Feminazi! ¡Naco! ¡Joto! ¡Pobre! Hay muchas formas de ser ese que criminaliza, ese que justifica la injusticia, ese que maldice a la persona que exige justicia en las calles. Ese samaritano que señala.
Creyente o no creyente. Tome un momento, mire y evalúe a sus semejantes como lo hace cotidianamente, pero antes, cuidadosamente, tome atención a ese espejo, porque ese samaritano que señala bien podría ser usted.