De Norte a Sur Opinión

Cambio de rector en la UNAM


octaviosolis

4 agosto, 2015 @ 8:08 pm

Cambio de rector en la UNAM

@octaviosolis

En unos meses habrá cambio de rector en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Todos estaremos atentos de los acontecimientos, pues asumimos el hecho como algo nuestro; la UNAM es patrimonio de todos los mexicanos. No resulta exagerado decir que es la institución más exitosa que nos heredó el siglo pasado, el más grande proyecto educativo del país. El tema de la sucesión trasciende más allá de sus muros, tiene que ver con el modelo educativo nacional.

La decisión de quién quede al frente de la máxima casa de estudios, tiene enormes repercusiones para los universitarios. No es lo mismo un rector que defienda una universidad pública y gratuita, que uno que crea que la calidad educativa depende del incremento de las cuotas, como ha sucedido en dos ocasiones (1986 y 1999).

Hace un par de semanas, a través de la prensa, se destaparon varios aspirantes a la rectoría, lo que adelanta, demasiado, los tiempos oficiales del proceso de designación por parte de la Junta de Gobierno. La cual tiene hasta el 16 de noviembre de este año para elegir al sucesor de José Narro Robles. La convocatoria tendrá que publicarse en Gaceta UNAM, en el mes de octubre. Posteriormente la Junta de Gobierno realiza un periodo de auscultación, donde entrevista a los aspirantes que cubren los requisitos. Después, casi en cónclave papal, con la farola del humo blanco, se anuncia al sustituto.

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Hasta aquí el formalismo, pero la política universitaria en esos niveles tiene sus propias reglas no escritas. Por ejemplo, los rectores en turno han salido únicamente de cinco grupos de poder (con la excepción de Pablo González Casanova, quien es sociólogo): los médicos, abogados, los científicos, ingenieros, y químicos. Esas mismas reglas no escritas nos dicen que cada grupo tiene que ceder y compartir el poder. Nunca se han designado tres médicos seguidos o de alguna otra área de conocimiento antes mencionadas. El sentido común nos dice entonces que los médicos tienen que ceder el lugar en esta ocasión.

Con la conclusión del rectorado de José Narro, termina una era en la UNAM, con él se agotan los liderazgos indiscutibles, de amplio consenso entre la élite universitaria, papel que él que se ganó a pulso, como el operador político de distintos rectores y a quien se le atribuye la solución de la huelga de 1986 y el Congreso Universitario de 1990.

El último Presidente que influyó en la designación de rector fue Ernesto Zedillo, quien a unos meses de terminar su gestión promovió a su Secretario de Salud, Juan Ramón de la Fuente en plena huelga (1999). Con la salida del PRI de los Pinos (2000), la figura del presidencialismo se terminó por difuminar. Dicha concentración de poder no se evaporó, sólo se trasladó a otras instancias intermedias; apareció la figura del gobernadurismo, el poder se repartió entre los distintos gobernadores.

Dentro de la UNAM se dio el fenómeno del rectorismo; la designación del actual rector fue con plena orientación de su antecesor. La distancia frente al Ejecutivo Federal (en los 12 años de panismo) permitió redefinir la autonomía universitaria no sólo en la sucesión, sino en las posiciones políticas y al mismo tiempo, con el tema del presupuesto: el equilibrio de poderes hizo posible su incremento sin depender directamente del Presidente en turno.

Con el PRI en Los Pinos, es difícil que resistan la tentación de incidir en la sucesión de rector. Nos encontraremos, al cierre de este 2015, en el término de un periodo que bien puede llamarse como de pos-huelga. A diferencia de la huelga de 1986, la de 1999 polarizó en extremo a la comunidad, la llevó a una severa crisis, agudizada aún más por la entrada de la Policía Federal Preventiva. Fue así que la derecha universitaria tuvo que pactar con sectores con origen de izquierda y que a finales de los noventa empezaron a llegar al poder, con el objetivo de reconstruir la gobernabilidad universitaria.

Hoy, que la élite universitaria se ha empoderado, que el PRI retomó la presidencia, que el activismo estudiantil en la UNAM también se ha renovado -después de que #YoSoy132 reconstruyera su tejido social-, que una generación nueva de profesores ha empezado a reclamar espacios, que se agotó el tiempo de los médicos, que ya no se cuenta con liderazgos fuertes y de amplio consenso, se preludia una apertura histórica, un cambio de rumbo en la máxima casa de estudios, del cual debemos ser actores y no sólo espectadores, mantener irreductible el camino andado en la defensa de una universidad pública, laica, gratuita, de masas, y de calidad. Evitar a toda costa que se cumpla la tradicional respuesta  de la élite ante un movimiento estudiantil álgido: un rectorado de mano dura, como lo fue Guillermo Soberón en 1972.

 

Sociólogo y Comunicólogo por la FCPyS de la UNAM. Autor del libro Epifanía política y El fin de una era en la UNAM. Twitter @octaviosolis