Miguel Herrera: un piojo en peligro de expansión
Jorge Alberto Meneses Cárdenas, jorgemenecs@hotmail.com
Personaje colorido, más caricatura que persona, Miguel Herrera fue un futbolista aguerrido, que tenía como su mayor talento en la cancha corretear y medir al rival como si se tratara de una pelea entre barrios antagónicos. Si en México se detectaran talentos desde la infancia, sus patadas cotidianas lo hubieran posicionado poco a poco en alguna pelea de relleno en la lucha libre, pero eligió el lodo.
Si algo se recuerda del futbolista, era su capacidad para encarar rivales, pero no para burlar, sino para medirles la espinilla o el tobillo, y si el vuelo daba para más, las costillas.
El Estadio Azteca fue el lugar donde él mismo se vetó de ir al mundial de 1994: en las eliminatorias, Herrera llegó por la espalda, así como los “verdes” en contienda electoral, y con los tachones por delante le dobló las piernas al hondureño Dolmo Flores. El árbitro, con más autonomía que el presidente del INE, sin ningún titubeo le mostró la roja. El entonces técnico de la selección mexicana, Miguel Mejía Barón, sabía que no podía llevar a un jugador que utilizaba la cabeza sólo para rascarse los piojos –vaya automasoquismo el de Herrera–.
Personaje bravucón y con pocos amigos –que le sugirieran una visita al sicólogo–, desde ese día se acostumbraría a ser enemigo de sí mismo. En las canchas pasó sin mayores reflectores, excepto cuando se trataba de sacar a su verdadero yo, convertido en un eterno aspirante a gladiador de la AAA.
Como técnico, con el Club América ganó el campeonato más doloroso contra la lastimada afición del Cruz Azul. Su mejor estrategia se vio al celebrar el gol: como un demonio de Tasmania gritó, balbuceó y se tiró al césped, mostrando que lo que el llama mentalidad ganadora se basa en gritos y alaridos, así como los orangutanes defienden su territorio tras la criminalidad impuesta en los zoológicos.
El acostumbrado vía crucis que atraviesa de la selección mexicana de futbol para llegar a los mundiales, le dio la oportunidad para que la televisora de San Ángel lo escogiera como técnico en el 2014. En el mundial, la prensa extranjera hacía notas de las celebraciones del entrenador mexicano. Era tan exótico y folclórico para celebrar un gol de primera ronda, que más de uno pensamos en que quizá había comenzado su vida laboral como botarga del Dr. Simi.
Los piojos, insectos sin alas, ectoparásitos que viven en las aves y los mamíferos, son incómodos animales que, como políticos, viven del otro, pican, sangran, comen y se esconden. Además, se pueden reproducir con facilidad en epidemias, guerras y hambrunas. Miguel Herrera, apodado sabiamente como “El piojo”, es un ejemplo de metáfora de que “lo que se ve no se juzga”: en el 2014, encabezó la publicidad de una empresa con un perico “cachete amarillo” que está en peligro de extinción, misma que después de largos reclamos fue retirada. Mientras tanto, “El piojo” se embolsó el dinero sin que le importara nada más.
Los huevos de los piojos se llaman liendres
En vísperas del mundial, el rey de las selfies subió a su red social una foto con un pez vela, que recién había pescado en las costas de Acapulco. Su limitado juego de palabras le hizo escribir que ya había pescado un pez vela, pero que quería a otro Vela, en este caso se refería a Carlos Vela –el futbolista mexicano para el mundial–. A pesar de que no lo consiguió pescar, nos confirmó que es un “verde” de cepa, o sea, que “lo de él, lo de él”, es la doble moral.
Además de ello, Miguel Herrera, se ha caracterizado por ser mercancía política. En algunas ocasiones sale como guía de turistas, pidiendo que nos apasionemos por el estado de Chiapas, haciendo mancuerna con el gran exboxeador Julio César Chávez, (quien debería pedir una investigación para ver si alguien sabe dónde quedó su mirada), ambos, en pantalla, recuerdan más a los “Dos hermanos lelos”, de Los Polivoces, que a exdeportistas de alto rendimiento.
En otras de esas lamentables ocasiones, se asume como porrista de los “verdes”, pidiendo apoyo por el nuevo partido-liendre de las televisoras, el multicitado Partido Verde Ecologista de México. Lo peligroso del asunto es que su capacidad para obtener billetes verdes está fuertemente vinculada con su forma de jugar y de plantear los partidos, siempre entrando por la espalda. Tenemos así, un piojo endémico en peligro de expansión.