Apostar por el voto opcional
Votar o no votar; primer dilema. Como siempre, las votaciones intermedias generan escasas expectativas, aunque realmente representen más de lo que en el imaginario social se les atribuye. La política es una guerra de posiciones, y como tal, el reacomodo a mitad del sexenio propicia las condiciones para el arribo a la presidencia. Aun así, todo parece indicar, que el ganador de la próxima jornada electoral será el abstencionismo. Entre mayor sea éste último, el segundo lugar se lo lleva el voto duro; aquel electorado que jamás cambia su voto, sin importar lo que hayan hecho los políticos del partido al que le debe no lealtad, sino incondicionalidad.
Luego entonces, no acudir a votar, sin un planteamiento político que otorgue sentido al abstencionismo, se traduce en beneficio de la partidocracia, sobre todo de aquella con el mayor número de voto duro, como sucedió en las elecciones intermedias de Oaxaca en 2007, con un 60% de abstencionismo, ¿el resultado? De los 25 Distritos para el Congreso del estado, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) ganó todos, los otros 17 escaños para diputados plurinominales, se repartieron entre el resto de los siete partidos en contienda.
La ventaja de las intermedias, es que a pesar de no ser tan espectaculares como las presidenciales, funcionan como termómetro y coyuntura. Por otro lado, la izquierda electoral (Morena y el Partido de la Revolución Democrática) está más interesada en desplazarse entre ella misma; su disputa parece Kramer vs Kramer. Aunque esto adereza la jornada electoral con cierto morbo político. El problema de fondo, es que a partir de esta elección ya no existe el menos malo; ya todos son lo mismo.
De ahí que hayan surgido algunas propuestas de intelectuales y organizaciones políticas que promueven la anulación del voto, como un rechazo generalizado a todo el sistema partidista, el cual ya se apoderó de nuestra democracia, y de paso, de buena parte del erario. Yo prefiero llamarle voto opcional, pero antes de aclarar esta definición, es menester poner en una balanza las ventajas y desventajas de anular el voto. Ventajas: a) Posibilita la articulación ciudadana en torno de una inconformidad; trocar indiferencia por propuesta, al margen de la partidocracia. b) Es síntoma de politización. c) En caso de que buena parte de los abstencionistas anulen su voto, se incrementa el universo de votos, por lo tanto, más de un partido podría perder su registro, pues su porcentaje se reduce, lo que aligeraría el enorme gasto que generan.
Desventajas: a) Las consecuencias jurídicas son prácticamente nulas, no hay repercusiones como la anulación de alguna casilla o distrito; sin embargo, jamás lo habrá si la ciudadanía no se manifiesta en ese sentido. b) Por otro lado, y este es el mayor inconveniente, no hay una articulación general que aglutine las distintas expresiones anulistas, por lo contrario, impera la dispersión. c) Como ya se dijo arriba, fortalece el voto duro, aunque como en el mismo caso de Oaxaca, puede servir de plataforma para generar la transición, como sucedió en dicho estado en 2010.
En resumen, en el corto plazo no existen ventajas, pero ya es tiempo de empezar a construir a largo plazo, dejar de ser devorados coyuntura tras coyuntura. Insisto en que prefiero hablar de voto opcional porque precisamente se trata de construir una opción a largo plazo. Acudir a votar con una leyenda que exija una Asamblea Nacional Constituyente. Como sucedió en Colombia, en las elecciones intermedias de 1990, con lo que fue posible crear una nueva Constitución (1991) y con ello, una limpia de buena parte de la clase política, corrompida, comprada por Pablo Escobar.
El movimiento que surgió en las universidades privadas y luego públicas, se denominó “La séptima papeleta”, porque en la boleta electoral sólo había siete opciones, los colombianos le apostaron a una séptima opción que originalmente no fue reconocida por el tribunal electoral, pero fue tal la presión y la cantidad de votos anulados que la Suprema Corte se vio obligada a reconocer el sentir social.
El reto es evitar que sea la derecha quien encabece el movimiento del constituyente, como aconteció en Colombia. Replicar lo sucedido en Bolivia en 2009. A leguas se percibe el pánico de la clase política ante una mayor participación de los ciudadanos en la vida pública; así lo demuestra su vorágine en la conformación de la Asamblea Constituyente para la Constitución de la Ciudad de México, con escasa posibilidad de que existan candidatos independientes.
Con ello, han secuestrado la política y de lo que se trata ahora, es de recuperarla, sanearla. El actual cáncer social de la violencia en nuestro país sólo puede ser extirpado si primero es renovada la clase política, quien ha solapado el crimen organizado. De lo que se trata es de abrir o en su defecto, hacer cuña en los resquicios políticos más insignificantes, al margen de la partidocracia; dentro de la disputa democrática. Por eso, es que prefiero apostarle a un voto opcional en estas próximas elecciones.
Imagen: LaJornadaJalisco.com