Gato con Lentes

La “Muestra imposible” y la chica benjaminista. Una visita al CENART.

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unogermango

10 febrero, 2015 @ 8:31 pm

La “Muestra imposible” y la chica benjaminista. Una visita al CENART.

@unogermango

Muestra imp

 

“Me siento… engañada”, me comentó al concluir la visita a la exposición “Leonardo, Rafael, Caravaggio: una muestra imposible”, instalada en el Centro Nacional de las Artes. No era para menos: ella no sabía que los cuadros expuestos eran reproducciones tan fieles, que incluso muestran detalles que no se alcanzan a notar, a simple vista, en los originales.

Michelangelo Caravaggio, Rafael Sanzio y Leonardo da Vinci reunidos en una sola exposición es, literalmente, imposible. Las piezas, diseminadas por distintos países, en distintas colecciones y diferentes museos, no pueden ser congregadas en un solo sitio; mucho menos en el caso de los frescos pintados por Leonardo.

“¿Por qué?” –le pregunté a la chica que se sintió engañada–. “No sé” –dijo–. “La verdad es que las reproducciones son muy buenas. Pero, en el fondo, sé que son fotografías”.

“La muestra imposible”, que es como se ha llamado a la exposición de forma genérica porque en otras ciudades ha sido con un catálogo distinto y con otros autores, tiene como subtítulo “Las obras de arte en la era de la reproducción digital”.

Es muy interesante la paráfrasis a Walter Benjamin. En La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica –ensayo publicado en 1936–, Benjamin plantea que la reproducción técnica del arte hace que éste pierda su originalidad, su aura, la experiencia de percibirla y –lo más importante–, la experiencia política. “La muestra imposible”, en 2015, en un mundo conectado por internet, pareciera hacer mofa del postulado para derribarlo. Este subtítulo lo colocó alguien ahí. Quizá, alguien que no es precisamente un fiel marxista.

Resulta entonces, que la chica que se sintió engañada posee tendencias benjaministas. Y tiene, en parte, razón: no hay nada como la experiencia de ver la obra de arte original. Sin embargo, en este mundo son contados quienes tienen la oportunidad de mirar a La Gioconda, en el Louvre, a un metro de distancia; y nadie puede acercarse tanto a Judith y Holofernes para ver las increíbles expresiones de los personajes; y jamás se podrá observar la maravilla de La escuela de Atenas como si estuviéramos dentro de ella.

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La experiencia de “vivir” una obra de arte se compone no sólo de observar la pintura, penetrar en ella y comprenderla. Nosotros, simples turistas, sólo podemos ver la obra de los grandes maestros en medio del gentío, entre murmullos y empujones, acalorados y con los pies en eterna explosión. Se compensa la incomodidad al saber que aunque tuvimos que viajar miles de kilómetros y gastamos nuestros ahorros, estamos en el clima de otro país y que somos de los privilegiados que contemplan, de cerca, otro país, otra cultura, y la obra de un gran maestro. La experiencia artística, al final, no lo es tanto.

Lamentablemente, en “La muestra imposible” tampoco podemos disfrutar del todo las imágenes. Nos lo impide la vida vacía de los adoradores de las “selfies”, los niños alentados por los padres que sólo toman la foto de la cédula para convencer al maestro que hicieron la tarea, los “críticos de arte” que vociferan sobre la vida del artista, y la presunción de quienes alzan la voz para decirle a toda la sala que ellos vieron esa pintura en su último viaje a París.

Pero hay un momento en que uno consigue colarse hasta el frente, cara a cara con la imagen, y durante unos segundos, sin ruido y sin interrupciones, logra olvidarse que es una reproducción y se aprecia, con esplendor, el talento y la cercanía divina del arte. La fidelidad de las imágenes transfiere los errores y los detalles de las pinturas. Transmite, igualmente, aquello que no se puede nombrar, pero se puede sentir. Se transmite la maravilla.

Estas obras de arte en la época de la reproductibilidad digital son un prodigio tecnológico. El video de una de las salas explica el proceso, bastante complicado, que es fabricar una de las reproducciones. No son sólo fotografías; no basta entonces pensar en que las tenemos al alcance de un click sobre el mouse y que no vale la pena acudir a la exposición. Es un trabajo tan delicado y de tal desarrollo tecnológico que ha conseguido lo que no logra la transmisión (aunque sea en vivo) de la ópera y de las obras de teatro.

Con honestidad debemos admitir que no somos un pueblo educado. Y mucho menos en cuestiones plásticas. Son pocos quienes podrían debatir si el catálogo presentado es el adecuado para mostrar el trabajo de los artistas italianos. Y son menos aún, quienes podrían determinar si alguna pieza está reproducida luego de una restauración. Quienes acudimos somos dúctiles espíritus en búsqueda de la sorpresa. O nefandos fariseos en busca de adornos para su muro de Facebook. Quienes acudimos somos el pueblo grosso, la multitud, el gentío.

Con esto podemos argumentar: ¿qué importa que sea una reproducción si tiene tal calidad que las luces y las sombras de los caravaggios pueden hacerte creer en milagros? Es evidente que son reproducciones y si hay dudas, se puede verificar en la primera sala, donde una mampara contiene toda la explicación. La exposición vale toda una tarde recorriendo los pasillos del Centro Nacional de las Artes. Aun cuando tengamos posibilidades de viajar e ir a los museos paradigmáticos, nunca podremos tener la experiencia de admirar a dichos autores juntos. Sólo hay que acudir con los prejuicios envainados.

Comparto con la chica benjaminista la postura de que nada hay como poder ver la obra original; comparto también su deseo por viajar y, aunque sea entre decenas de turistas, contemplar por dos segundos La última cena, antes de que un japonés rompa el encanto con su cámara fotográfica; estoy de acuerdo con ella porque, en el fondo, sabemos que es una reproducción; también, como ella, me gustaría que alguna vez en la Ciudad de México tuviéramos la oportunidad de admirar al menos una decena de estas obras en formato original. Pero no podemos negar que esta oportunidad es única. La tecnología nos permite el acceso a algo que es, de hecho, imposible.

Lo sentimos, Walter Benjamin.

la-ultima-cena-leonardo1

“Leonardo, Rafael, Caravaggio: una muestra imposible. Las obras de arte en la era de la reproducción digital”

Centro Nacional de la Artes

Galería Central, Galería Espacio Alternativo, Galería Juan Soriano y Galería de Arte Binario A/B

Hasta el 15 de abril de 2015

Entrada libre.

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Editor de contenidos en la Revista Consideraciones. Profesor de la UNAM y estudioso del comportamiento de los gatos. El lenguaje lo es todo.