La universidad es potencialmente de todos, materialmente de nadie
@octaviosolis
Toma de Rectoría
La única manera de que un grupúsculo secuestre la política, es a través de la disolución de la política misma; consecuencia de actos violentos que llevan a la parálisis de las mayorías, muchas veces silenciosas. A pesar de la enorme confusión que rodeó a la “toma” de rectoría de la Universidad Nacional, está claro que fue un reducido grupo que ante la falta de legitimidad en sus demandas, optó por medidas extremas no para dialogar o convencer a nadie, sino para chantajear. El problema fue que pusieron en riesgo a la institución completa, patrimonio de todos los mexicanos.
Estoy convencido de que la solución no es ni será jamás la entrada de la fuerza pública, no porque sea un hecho ilegal, que no lo es, sino porque lesiona la autonomía simbólicamente. Los universitarios debemos ser capaces de resolver nuestras diferencias sin la intervención externa. Asumir nuestra mayoría de edad como diría Kant.
Lo que llama la atención es que nadie sepa realmente quienes son los que irrumpieron en las instalaciones el pasado 19 de abril. Pero como diría Manuel Buendía: “un pato, que camina como pato, que grazna como pato, ¿qué es? … pues un pato” Por sus acciones los conoceréis. Para inferir sobre sus actos es necesario preguntarnos: ¿A quién beneficia la “toma” de la rectoría?
Me adelanto y aseguro que en definitiva a la izquierda universitaria no, ya que en primera no existe una auténtica demanda que consolide su presencia e influencia en la universidad, como fue la defensa de la gratuidad educativa en 1986 y 1999, o la lucha por libertades políticas en 1968; ni mucho menos fueron acciones discutidas, consensuadas y avaladas por alguna asamblea legítima. Por lo contrario, los recientes hechos desgastan la imagen de los colectivos estudiantiles afuera y dentro de la institución.
¿A la derecha? Tampoco. Al menos a la derecha universitaria, no. Si de algo se había jactado ésta, es de haber mantenido una estabilidad en la universidad en los últimos 14 años.
¿Entonces fue decisión y en beneficio de una veintena de activistas aislados? No lo creo. Para responder esta pregunta es necesario revisar los últimos años de la Universidad Nacional, ya que con la llegada del Partido Acción Nacional (PAN) al poder Ejecutivo, se generó lo que algunos hemos definido como “rectorismo”. Esto es, que la rectoría dejó de ser la correa de trasmisión de los presidentes en turno. En la transición de noviembre de 2007, por primera vez un rector (Juan Ramón De la Fuente) influyó decisivamente en la designación de su sucesor (José Narro) sin consultarlo con el poder político.
Desde 1945 todos los aspirantes a rector requerían la venía presidencial, hasta la llegada del PAN a Los Pinos (2000). Lo que trajo consigo un fortalecimiento de la autonomía, sin que se afectase el presupuesto; resultado de la disolución del presidencialismo y del pluralismo político en el Legislativo.
Cuando el Partido Revolucionario Institucional (PRI) recuperó la silla presidencial, varios nos adelantamos a suponer que la vieja militancia tricolor del actual rector, traería consigo un rápido y fácil entendimiento entre la élite universitaria y el poder político. Lo que se traduciría en un mayor control al interior de la universidad. Pero no ha sido así, por lo contrario, desde octubre pasado, pero sobre todo a partir del primero de diciembre, se han detonado una serie de actos violentos que han desestabilizado a la máxima casa de estudios. Aunque también abonan a la inmovilidad de la izquierda universitaria, aquella que por fin había podido reconstruir su tejido social desde la huelga de 1999.
Algo parecido sucedió con Elba Esther Gordillo, a quien ni su origen priista, ni todo su poderío acumulado le garantizaron su permanencia en el sindicato más grande de México. Era ya un poder fáctico que estorbaba, al menos para la actual reconfiguración del sistema político mexicano, donde no caben ni caciques nacionales -sólo locales-, ni gobernadurismo o rectorismo.
¿José Narro es priista? Sí, pero del viejo nacional revolucionario. Los sucesos desencadenados por la toma de rectoría, a partir de la profunda confusión con la que se realizaron, sugieren varias cosas, pero a lo mínimo que apuntan, es que independientemente de quién, o quiénes estuvieron, realmente detrás de las acciones del 19 de abril, se abre, pero sobre todo, se adelanta la coyuntura para definir la lucha de poder al interior de la universidad.
A inicios del próximo año se define la designación de la Dirección General del Colegio de Ciencias y Humanidades, lo cual significa una cabeza de playa para los distintos grupos que habrán de disputarse la rectoría en 2015. Es momento de definiciones, hay que ponerle el cascabel al gato, lo que está de fondo es la disputa por el poder en la UNAM.
En absoluto es la revisión a los planes de estudio, dicha coyuntura se cruzó con la escalada de violencia que detonó en el Colegio de Ciencias y Humanidades, plantel Naucalpan. Por otro lado, aquellos que han simplificado en su “análisis”, que la toma de rectoría representa únicamente un vidrio roto, banalizan ingenua o perversamente los hechos.
Como consejero universitario, estudiante, trabajador y académico de la Universidad Nacional, celebro que el inicio de la solución al problema haya sido a partir del diálogo. Lo que beneficia no a una persona o un grupo, sino a la universidad, que es potencialmente de todos, materialmente de nadie.
31 de marzo de 2013.