La amenaza es el humor (atentado en Francia)
Miguel Aguilar Dorado
Para este siglo casi todos leemos en solitario y de manera silente, de hecho nos resulta desagradable el párvulo que en el transporte público prefigura los primeros sonidos de la letra impresa. Anteriormente la lectura era grupal: existía una voz cantante que leía mientras los otros escuchaban. A mi mente viene Manuel Ojeda en “Ora sí, tenemos que ganar” leyendo en voz alta Regeneración, el periódico anarquista, mientras los otros trabajadores, de pie y fuera de la mina, atendían sus palabras interrumpiendo para preguntar, asintiendo, dudando. En ese tenor, la socialización de la información era un proceso colectivo que requería, en primer lugar, que alguno de los interesados supiera leer.
Atentos a eso y sabedores de la necesidad de difundir información para todos importante, los dibujantes políticos apuestan por símbolos de fácil dilucidación: imágenes que aglutinan convenciones de significado; objetos que representan a partir de la semejanza, y que para ser interpretarlos correctamente no es necesario saber leer. La idea es que todos comprendan de qué se trata el dibujo que observaban. Será el mismo Ricardo Flores Magón, hablado sobre Posadas, quien sintetice la función social de los dibujantes: “ellos dicen con pocos trazos, los que nosotros en muchas letras”.
Atendiendo a lo anterior, podemos declarar que los moneros o dibujantes, son una especie de catalizadores positivos de la realidad: a ellos acudimos cuando algún evento nos resulta desorientador, son ellos y ellas los que dan las primeras luces sobre fenómenos que no alcanzamos a comprender a bote pronto. Para los regímenes totalitarios, el dibujante y cualquier periodista es peligroso porque representa algo que el representado no quiere que se sepa, con la agravante, de que el dibujo satírico por su fácil lectura aumenta el rango de alcance de la crítica.
Es la satírica ilustrada la que logra un vínculo entre la tragedia y el humor. Se trata de una disidencia lúdica, que se convierte en política cuando expresa el sentir popular respecto a un sistema que evoluciona o entra en crisis. Así el humor gráfico proyecta posiciones que son configuradas y debatidas en el espacio público. El cartón sintetiza miradas, opiniones, argumentos y problemas sociales, que bajo la apariencia de lo “no serio” enuncian posturas políticas que pueden modificar el status quo.
En 2006 la revista satírica Charlie Hebdo, republicó una serie de caricaturas sobre Mahoma, que la pusieron en el ojo del huracán. Estás representaciones no sólo desataron un debate sobre la tolerancia y el respeto a personas en razón de su religión, sino que además llevó a la publicación, considerada un símbolo de la libertad de prensa en Europa, a prender focos rojos pues algunos grupos yihadistas aseguraron que atacarían a los responsables de las “injurias públicas contra el pueblo islámico”, pues cualquier representación de Mahoma, aún positiva, está prohibida porque puede derivar en idolatría.
Hoy siete de enero de 2015 las amenazas se cumplieron: dos hombres vestidos de negro, cargando los míticos fusiles Kalashnikov, irrumpieron en la sede de la publicación, y al grito de Alahu akbar” (“Alá es grande”) asesinaron a 12 personas e hirieron de gravedad a otras seis. Este atentado rápidamente ha dado la vuelta al mundo, todos los países se han solidarizado con el pueblo francés. Por parte de México, Enrique Peña Nieto, soslayando que este país ocupa el sexto lugar en asesinato de periodistas, condenó el atentado y expresó sus condolencias al gobierno y a la sociedad francesa.
En México el atentado a Charlie Hebdo, se siente cerca, en este país sabemos, porque lo hemos vivido, el dolor que tienen las familias que pierden a un periodista. En México conocemos las consecuencias de los atentados. En este país respiramos intolerancia a las ideas: hace apenas unos días Moisés Sánchez Cerezo, el periodista “incómodo” pues había sacado una serie de notas que les eran penosas a varios políticos entre ellos el alcalde, fue desaparecido en el estado de Veracruz, hasta hoy no sabemos nada de él.
Los atentados, el control y la vigilancia a los medios de comunicación y a los comunicadores, tiene que ver fundamentalmente con la pretensión de cercar las esferas del pensamiento, en el caso de México hablamos de dispositivos institucionales, en el caso de Charlie Hebdo de actos de intolerancia.
Si bien es cierto que nadie se ha atribuido el ataque, y que todas las líneas parecen apuntar hacia los islamistas radicales, también lo es que es imprescindible estar atentos al posible renacimiento de la islamofobia en el mundo. Las declaraciones de la derecha gala apuntan en esa dirección, Marine Le Pen, la líder del ultraderechista e islamófobo Frente Nacional, declaró que el atentado enfrenta a Francia a una “ideología mortífera”.
Por supuesto todos condenamos el ataque y las muertes que provocó, sin embargo, no podemos generalizar, no son todos los islamitas los que ejercen la violencia.
En momentos de dolor como éste la risa calzaría perfecta, y sería un cartón el único capaz de explicar un fenómeno tan complejo, sin embargo, y para beneplácito de los totalitarismos: la amenaza es el humor.