De Norte a Sur Opinión

Algunas reflexiones sobre #YoSoy132

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octaviosolis

8 diciembre, 2014 @ 6:30 am

Algunas reflexiones sobre #YoSoy132

@octaviosolis

 

Juan Pablo Guerrrero

 

Cuando iniciaron las movilizaciones juveniles y estudiantiles en Medio Oriente, España y Chile, nos preguntábamos: ¿Y en México cuándo? Esta interrogante flotaba silenciosa en el aire espeso de la indiferencia y pese a ello, la duda surgía no ingenua a partir de la creencia de que los movimientos sociales son transportables de un país a otro, sino de la evidente contradicción generada por la agudización de las innumerables crisis, que atraviesan nuestra nación desde hace ya varias décadas, sobre todo, la falta de oportunidades para los jóvenes.

Desde esa óptica el análisis parece simple; millones de jóvenes sin oportunidades de educación y empleo; lo que se traduce no sólo en escaso desarrollo cultural, educativo y material, sino también en la imposibilidad de iniciar proyectos de vida. Como resultado está la desesperanza, la descomposición social, que en un contexto como el nuestro significan caldo de cultivo para la escalada de violencia; sin embargo, estas premisas no son suficientes para explicar el surgimiento de un movimiento como el de #YoSoy132.

Por lo menos hay otros tres elementos, el primero es que la cuerda se rompió por el lado más frágil y sensible de la sociedad: sus jóvenes, toda vez que representan una etapa idealista de la vida; el segundo es el contexto en que surge: el cambio de poderes, la elección presidencial, interregno que conlleva al reacomodo de la oligarquía en nuestro país, pues -cada seis años surgen coyunturas políticas y sociales trascendentes-, pensemos que sólo en dicho período se logra filtrar la presión social acumulada durante el sexenio; este fenómeno es herencia de un sistema político rígido, autoritario. Ahí está la huelga universitaria en 1929, los petroleros en 1946, el magisterio y ferrocarrileros en 1958, el zapatismo en 1994, la APPO en 2006, por mencionar algunos.

El tercer elemento es que precisamente esta generación es la que ha decidido cambiar el curso monótono de la historia, por la falta de oportunidades no sólo para las mayorías, sino por la ausencia de renovación en las élites. De ahí la coincidencia entre las universidades privadas y públicas, además de su vocación democrática; ya que la demanda política que atraviesa todo el movimiento y logra el mayor consenso, es la democratización de los medios de comunicación.

La anterior demanda representa también la laxitud ideológica de #YoSoy132, ya que es una bandera reivindicable tanto por la izquierda como por la derecha, aunque también significa, su capacidad de avizorar uno de los problemas fundamentales del siglo XXI. Una característica de la centuria pasada, fue la irrupción de las masas en cada aspecto de la vida social, se dio así la masificación del Estado, la política, la cultura, la guerra, la comunicación.

Una de las consecuencias de dicha masificación, es la preponderancia que ha adquirido la comunicación en las sociedades actuales. El inicio de este siglo en México se encuentra signado por el uso de los medios de comunicación para bien o para mal, y explica en gran medida la imposición de un candidato mediático, así como el origen de #YoSoy132; dos acontecimientos que en estos momentos determinan la agenda nacional, ya que en nuestro país se han marcado dos grandes tendencias, por un lado una imposición que ahora deriva en un intento de restauración de un sistema autoritario, y otra que se resiste y apela a la memoria histórica.

Bajo esta premisa, el movimiento tendría que atalayar por encima de la demanda hacia el Estado sobre la democratización de los medios de comunicación tradicionales, y generar sus propios medios alternativos, democráticos, con un impacto más allá del sector juvenil-clase media.

El manejo de las redes sociales es la característica universal de los recientes movimientos juveniles en el mundo. No como detonante sino como ducto de la indignación ante una realidad que se postra infame. Cada movimiento ha tenido que encontrar su excusa, la chispa detonante que enciende la conciencia juvenil. En México fue la amenaza del regreso del Partido Revolucionario Institucional (PRI) al poder, lo que oprimió el botón de la indignación.

El sello distintivo con el que irrumpió #YoSoy132 es la necesidad de renovar la política, la cultura, la comunicación, pues no había de otra, si los jóvenes querían tener un lugar seguro y digno en esta sociedad que padece de un envejecimiento institucional, estaban obligados a emerger como una nueva fuerza social para arrebatar los espacios justos y necesarios.

La última generación que renovó con tal magnitud la sociedad mexicana fue la de 1968, aunque el oleaje de su fuerza renovadora dejó de sentirse desde principios de los noventa. Durante poco más de 20 años, dicha generación fundó periódicos, revistas, partidos políticos. Renovó el arte y la cultura de forma contundente, y a pesar de que su influencia aún se mantiene presente, en el terreno político existe desde hace mucho un anquilosamiento, traducido en una izquierda institucional viciada y corrompida.

La izquierda logró reinventarse a través del movimiento estudiantil de finales de los sesenta; la insurgencia sindical de los setenta, los diversos partidos en los ochenta (Partido Mexicano de los Trabajadores; Partido Socialista Unificado de México; y Partido Mexicano Socialista) son un efecto conocido como el post sesenta y ocho.

Por lo tanto, me atrevería a decir que es más interesante y hasta más fructífero el post-#YoSoy132 que su coyuntura misma, pues en ese segundo momento se habrán de decantar propuestas de mayor alcance que hoy se encuentran veladas por la inercia y dinámicas de la inmediatez política. No me cabe la menor duda de que en el seno de este movimiento estudiantil se forman hoy los futuros líderes de este país en todos los campos de la vida social.

Pero antes de elucubrar sobre el futuro del movimiento, es necesario definir los retos de su presente. En este momento en que la imposición se ha consumado, el movimiento tiene dos enormes tareas en puerta: consolidar su organización y profundizar su programa político. De esto depende su propio futuro.

Todo movimiento de masas conlleva una cresta y un reflujo naturales. Mismos que pueden ser cíclicos según las coyunturas y su organicidad. Lo que vive hoy el #YoSoy132 bien puede ser visto como su tercer tiempo: 1) su aparición en el contexto pre-electoral 2) su respuesta a las irregularidades del proceso electoral y 3) reorganización. Existen otros dos momentos predecibles: 4) La toma de protesta de EPN y 5) los primeros meses de su gobierno.

Sobrevivir, pero sobre todo, trascender el cuarto y quinto tiempo dependerá del tercero. De ahí la importancia de estos tres meses que restan para la toma de protesta de Enrique Peña Nieto; tiempo que debe ser aprovechado al máximo para la reflexión y discusión interna. En gran medida el éxito de dicha empresa está cifrado en su capacidad por definir su identidad como movimiento estudiantil para convertirse en un movimiento político. Lograr esto significa preservar su esencia: #YoSoy132 como un movimiento estudiantil.

Su organicidad, composición, comportamiento y demandas fundamentales deben centrarse en torno a las preocupaciones estudiantiles, como pueden ser, educación, reforma universitaria, empleo, etcétera. Lo anterior no excluye que el movimiento se vincule, solidarice, apoye e impulse a otras organizaciones y luchas sociales. El Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) tiene muy clara su definición e identidad orgánica, lo que no le ha impedido nunca vincularse coyunturalmente con otras demandas sociales y políticas. Una salida puede ser la elaboración de dos agendas programáticas: una propia e interna, y otra que recoja el resto de demandas políticas con las que se identifica el movimiento.

El proceso de conformación política es una labor ardua y compleja, lograr una organicidad funcional y unificada, que no homogénea, es de lo más difícil pero inevitable, si se desea trascender la etapa coyuntural. Existe como primer reto la convivencia de los distintos matices ideológicos, mismos que pueden representar fortaleza o debilidad, según se tenga la capacidad de conformar la unidad.

En mi opinión este aspecto del movimiento representa su mayor reto, mismo que lo puede llevar a la fractura si no se entiende su diversidad y no aprendemos a verlo como es, por encima de lo que quisiéramos que fuese.

La figura del Leviatán que Thomas Hobbes usó en su libro clásico para definir el poder, sirve perfectamente para ubicar los avances y retos de #YoSoy132 en el sentido de la creación de una organización estudiantil. El gigante dormido ha despertado, pero no basta con eso, es necesario que se mantenga erguido y camine sobre el largo y sinuoso camino en la conformación de un contrapoder, que no sólo reaccione a los embates de quien desde el poder y aun antes de llegar ya lo considera su enemigo natural, sino que pueda generar tanto alternativas como propuestas a los estudiantes de cara a la sociedad en su conjunto.

En este momento el gigante no ha terminado de definirse, por la desconfianza cotidiana entre los actores internos, la desconfianza histórica y la semántica. Lo primero se explica por la diversidad ideológica, lo segundo por lo que ha sido el resultado de distintas experiencias históricas, entre ellas el Partido de la Revolución Democrática (PRD), y lo tercero por la ausencia de discusión teórica, ya que se presupone erróneamente como sinónimo de líder, autoritario; negociación de traición; partido igual a corrupción.

Ahora, todos estos prejuicios finalmente están sustentados en la memoria colectiva, en la realidad, son inevitables y hasta advierten de los peligros en los que se puede caer, pero es importante trascenderlos si se desea una organización sólida. Hasta ahora el análisis generado dentro del movimiento ha postergado el debate ideológico, circunscrito a la discusión política.

Con algunos meses de vida, #YoSoy132 empieza a reconocer sus límites, alcances, logros (que por cierto ha tenido muchos como sentar a la clase política en un tercer debate), pero el camino aún es largo. Uno de los más grandes retos es tener la capacidad de reinventar la cultura política desde dentro, evitar caer en la tentación de las viejas prácticas de la cultura política en nuestro país.

Es fundamental además, evitar los liderazgos mediáticos, disociados de una base estudiantil, pues esto impedirá una organicidad auténtica, capaz de resistir los duros embates que se avecinan.

El PRI regresa a Los Pinos con una fuerte resistencia por parte de la clase media ilustrada, esto es, los universitarios, con el mensaje claro de que no es el mismo México de los tiempos del partido hegemónico; sin embargo, su estrategia política será la restauración, de qué, de un sistema autoritario: “En muchos estados del país el PRI nunca se fue. No quiere decir esto que el arribo de la democracia haya dejado intactos los arreglos locales. Quiere decir que la ausencia de alternancia y la reciente competencia pluralista interactuaron para configurar un nuevo tipo de autoritarismo” nos dice José Antonio Aguilar en Nexos del 2 de julio.

Ante eso, la izquierda universitaria debe trascender su estrategia cifrada en la resistencia y traducirla en una política de renovación, sobre la defensa de lo obtenido, para desembocar en el impulso de una agenda de largo alcance. En el entendido de una disputa entre un México que promueve o se resigna a una restauración y otro que insiste en la renovación nacional.

Por último, a pesar de que los objetivos son muchos, no sería justo depositar en #YoSoy132 todas las tareas pendientes de generaciones anteriores, construirnos expectativas mayores que terminen por decepcionar a quienes hemos participado. Por ahora, es un logro irreductible que los jóvenes hayan dado una lección del valor de la memoria histórica de cara a nuestro presente y futuro como nación.

Julio, 2012.

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Sociólogo y Comunicólogo por la FCPyS de la UNAM. Autor del libro Epifanía política y El fin de una era en la UNAM. Twitter @octaviosolis