Anarquismo y Encapuchados
Karim Solache
Los dos primeros años del gobierno de Enrique Peña Nieto, han estado marcados con el hierro de la cerrazón, la falta de autocrítica y las cortinas de humo mediáticas que pretenden ocultar a punta de televisión una realidad cada vez más pujante, evidente ya en el descontento ciudadano y las multitudinarias marchas en varias ciudades de la república mexicana.
A últimas fechas hemos asistido a un fenómeno bastante nuevo para la realidad política de este país, al despertar de la sociedad civil en otros tiempos, bastante adormilada. Aunque por otro lado, pareciera una mala receta de cocina cada final suscitado en las marchas. Pareciera un teatro en actos, un momento en que la protesta social necesariamente debiera terminar en una serie de actos “vandálicos”, que por supuesto el aparato de seguridad del Estado debería perseguir.
Los ya famosos “encapuchados” y los misteriosos “anarquistas” ocupan ahora las primeras planas de los noticieros. Pese a su repentina aparición, pocos saben, fuera de las aulas universitarias, quiénes son estos susodichos encapuchados y los anarquistas. Veamos ahora una muy breve historia acerca de sus origines y fundamentos.
a) Anarquistas. El anarquismo es una línea de pensamiento socialista surgida en el seno de la lucha política europeo-rusa durante el siglo XIX. Sus fundamentos básicos los encontramos en el ateísmo que comparte con otras denominaciones marxistas y su gran diferencia, en que propugnan la desaparición del Estado, dejando únicamente en pie una organización humana “socialista”. Su principal exponente y quizá padre fundador fue Mijail Bakunin con su escrito: “Socialismo sin Estado: Anarquismo” (1864c) y “Dios y el Estado” (1871c). Para el caso mexicano será fácil reconocer a un personaje histórico de suma trascendencia como lo fue Ricardo Flores Magón, decidido anarquista que aportó mediante su manifiesto del Partido Liberal de 1906, buena parte de los derechos sociales rescatados para la confección de la Constitución mexicana de 1917. Los anarquistas bien formados teórica e intelectualmente no arrojan cocteles molotovs a los granaderos.
b) Encapuchados. Para este caso es más complejo ubicar con precisión de quién se trata. La primera opción es que se trate de agentes gubernamentales pagados, “los porros”, para sembrar “caos”, “confusión”, “desconcierto” y división entre la ciudadanía. La segunda es que, en efecto se trate de jóvenes que, habiendo leído la definición sobre “anarquismo” en wikipedia, estén fervorosamente convencidos de que tumbar casetas de TELMEX durante alguna manifestación o un fin de semana, ayudará al derrumbe eventual del sistema económico y del Estado. Cabe la aclaración, éstos últimos tampoco son anarquistas.
Es de resaltar la peligrosidad de usar como sinónimos los términos: anarquista y encapuchado, porque no lo son.
Finalmente esta pequeña reflexión debe servir para abrir un debate necesario en relación a las manifestaciones civiles multitudinarias que se han presentado a raíz de la masacre y desaparición forzada de normalistas de Ayotzinapa.
Es importantísimo hacer una crítica muy razonada sobre el tratamiento que estos acontecimientos han generado en los medios masivos y oficialistas de información, que no han tardado en señalar con el dedo de la prepotencia y del abuso de poder, a la legítima protesta social, tachándola de “anarquista”; pretendiendo también, que la presencia de 15 encapuchados en una marcha de más de 100 mil almas, justifique la presencia de 2 mil granaderos, para “velar por el orden”.
Al final esto se traduce en arrestos injustificados sin ninguna prueba, como el caso de los 11 detenidos del 20 de noviembre que ya habían sido trasladados a penales de máxima seguridad, con base en mentiras y abuso de poder, donde se violaron sus derechos constitucionales, humanos de un debido procedimiento judicial.
No es cosa menor que la Subprocuraduría Especializada en Investigación de Delincuencia Organizada (SEIDO) encargada del trato con violadores, asesinos, narcotraficantes y demás lacra social, absurdamente fuese la encomendada para procesar a los jóvenes estudiantes por los delitos federales tales como: “terrorismo”, “asociación delictuosa” y “homicidio en grado de tentativa” y que las “pruebas” para enjuiciarlos fuesen los testimonios de granaderos que afirmaban estar seguros de que los estudiantes formaban un grupo delictivo porque entre ellos se llamaban “compas”. Aunque usted no lo crea, ésto último no es nota del “Deforma”.