Vicente Leñero y las puertas abiertas
Murió Vicente Leñero. Integrante de una generación de periodistas que será recordada allende los tiempos. Inevitable no compartir la vehemencia y rabia con la que narró el golpe contra el Excélsior de Julio Scherer aquel 8 de julio de 1976, día en que se asestó un fuerte golpe del Estado contra la prensa crítica.
En su libro Los Periodistas (1978), el también dramaturgo y escritor describió con detalle cómo el gobierno de Luis Echeverría atacó directamente a un grupo de periodistas con sentido crítico y vilipendió su publicación hasta quitarle toda esencia de crítica.
Escribió Leñero:
Al abandonar el edificio de Excélsior, en Reforma 18, me sentí perro sin dueño. Sin saber qué hacer con mi cuerpo, no había más mundo que el mundo interior. Algo me decía que mi comportamiento en la asamblea que nos había puesto en la calle había sido propio de un cobarde, pero algo me decía que no, que en el momento extremo me había acompañado la lucidez, tocado el periódico de muerte.
El también escritor, que llegó hasta los 81 años, no pudo disimular la antipatía que le provocaba Jacobo Zabludovsky, a quien criticó por recibir la medalla al mérito ciudadano Eduardo Neri, por parte de la Cámara de Diputados, y no disculparse por haber solapado por décadas los abusos a la libertad de expresión que propinaba el régimen a comunicadores y periodistas.
Apuntó Leñero:
Auxiliándose en Veinticuatro Horas se enderezó la campaña contra el Excélsior de Julio Scherer desde la presidencia de un Echeverría enfurecido e implacable. Entre muchas otras tretas, Jacobo dio voz a su amigo Roberto Blanco Moheno que manoteaba y escupía desde la pantalla contra ese “periódico comunistoide”, y envió a su reportero estrella Ricardo Rocha a dizque investigar la prefabricada invasión de fingidos ejidatarios a un fraccionamiento de la cooperativa Excélsior. “Pobrecitas víctimas”, se dolía el compasivo Rocha.
En estos tiempos donde abunda en las autoridades la tentación de censurar, controlar y domesticar a los medios de comunicación, ausencias como la del periodista Vicente Leñero se sienten profundamente, pero también vale decir que hombres y mujeres como él no nos dejaron en desamparo.
Si bien todos los días leemos, oímos y vemos a periodistas, comunicadores, comprados cuyas mercancías son juicios de valor a modo del Poder, también existen las siempre honrosas excepciones que generan agenda mediática basadas en la denuncia y la crítica, no en la alabanza.
A lo largo de historia por la lucha de la libertad de expresión en nuestro país muchas puertas fueron abiertas, por Leñero y varios más, incluso a costa de sangre. Nunca más deberán ser cerradas, ése será el mejor homenaje para su obra.