Las mujeres del movimiento musical indígena contemporáneo
Hant Ifí Caziim / La Mañana Bonita / Hant ifí cop,xaazim iiptotj isxeen copiyaacahá / Me desperté en la mañana y pensé/ Vengo a cantar la verdad de mis sentidos, que llegué a sentir tus abrazos sin sentidos, una gran paz en mí, y era esa luz y esa energía, que a mi alrededor estaba, que me llenaba, que me llegaba, como una luz, como una luz, se apoderaba de mí…
Canta y rapea Zara Monrroy, una joven indígena seri de 23 años que vive en Punta Chueca Sonora, uno de los últimos refugios de esta etnia, un poblado frente al mar donde viven alrededor de quinientas veinte personas de acuerdo al último censo.
Zara cuenta a través del chat de su celular, cómo decidió hacer música, una inquietud que le debe a su padre, quien le heredó también la habilidad para pescar, una de las tareas con la que se gana la vida en su tierra. Se describe como compositora, poeta y pescadora.
Desde hace seis años decidió presentar su fusión ecléctica, como la llama, donde encontramos pistas de rap y reggae que guían sus textos en lengua cmiique iitom (seri) sobre el amor al prójimo o la necesidad de defender la naturaleza, la tierra, el agua. En videos colgados en la red, podemos verla con la vestimenta y maquillaje típicos de este pueblo originario, su expresión corporal y voz son discretos frente a la actitud frontal que prevalece en quienes hacen rap.
“Me gustó el rap y reggae porque ese estilo habla de la verdad, la lírica que sale de nuestro corazón. Nosotros como pueblo tenemos mucho que decir y hacer. Lo hago porque quiero destacar la importancia de conservar nuestra lengua”, comenta.
En Punta Chueca surgió el emblemático grupo de rock “Hamac Caziim”. Le pregunto si, como con ellos, su comunidad tardó en aceptar su estilo musical. Para responder decide mandar un audio; su voz ronca y ligeramente impregnada de un acento norteño relata que al principio, las abuelas, quienes son las cantoras y maestras encargadas de trasmitir la lengua e historias ancestrales, no lo aceptaron: “me costó mucho trabajo, ahora ya me respetan y mandan a otros lados como representante de mi pueblo. Para mí es un logro”.
“Lo que sí, es que en mi pueblo me ven como rebelde. Soy una persona odiada por los hombres porque puedo hacer muchas cosas; en la pesca soy la única mujer. Mi pueblo es un pueblo machista, los hombres músicos no me trataban bien, hasta ahora apenas me están aceptando. Quizá por ser mujer, joven y una persona que siempre alza la voz: nunca me quedo callada”.
En este contexto donde paulatinamente se comprende que lo nuevo puede ayudar a conservar y valorar la tradición en las nuevas generaciones, Zara Monrroy ha motivado a otras mujeres. Su prima Janeydi Molina apenas se convirtió en solista.
Conoce su música:
Esta rapera seri forma parte de un grupo de cantantes, compositoras e instrumentistas, la mayoría autodidactas e independientes, que también están ahí, dentro de lo que hoy no existe duda en describirse, como el movimiento musical indígena contemporáneo.
Desde la diversidad cultural del centro, norte y sur del país, han brotado a lo largo de dos décadas, cerca de 174 agrupaciones que fusionan su lengua materna y raíces musicales con rap, rock, blues, heavy metal, cumbia, hip hop, son, huapango, ska, jazz, trova, reggae y hasta música balcánica.
“Son pocas mujeres en comparación con los hombres que conforman el total de grupos que surgen por aquí y por allá, pero ahí van. Hace algunos años comenzamos a verlas en los encuentros nacionales. Es reciente”, cuenta Adriana Hernández, una de las responsables de impulsar, desde 2010, el programa gubernamental De Tradición y Nuevas Rolas. Transformación y Fusión Sonora, (hoy llamado Tradiciones y Fusiones Musicales: Propuestas Indígenas) el cual surgió con la idea de fortalecer este tipo de propuestas.
Aunque no se tiene la cifra exacta que nos revele la cantidad de mujeres con herencia indígena que hacen música en esta idea de fusión, es evidente que en los últimos años, se han incorporado a este movimiento que busca, mediante esta expresión: conservar, difundir y dignificar la diversidad cultural indígena.
De acuerdo con información de la Dirección General de Culturas Populares, Indígenas y Urbanas de la Secretaría de Cultura, aunque no hay un dato preciso sobre mujeres en la música del tipo, existe una tendencia que indica que la participación de éstas se ha incrementado en los últimos seis años, ya que en la actualidad, el 42 por ciento de los proyectos sobre artesanías, memoria histórica o medicina tradicional indígena, son encabezados por mujeres.
En la opinión de Natalia Cruz, cantante y figura representativa de esta corriente, muchas mujeres se han inspirado y animado, tal vez a partir de lo que hicieron artistas como Lila Downs y Susana Harp, quienes llevaron la música tradicional indígena a un público mayor, o realizaron fusiones más arriesgadas y comerciales que le gustaron a la gente, como es el caso de Lila.
Natalia Cruz, la voz del Istmo de Tehuantepec
Poseedora de una voz educada, potente y expresiva, Natalia Cruz, es una cantante de música tradicional nacida en Asunción Ixtaltepec, en el Istmo de Tehuantepec, Oaxaca. Su trayectoria incluye la producción de cinco discos: La última palabra, Ojos negros, La Bruja, La palabra cantada de los zapotecas y Mi corazón.
Su obra retoma toda la riqueza musical de la región con sus sones, jarabes, danzas y chilenas, pero también rescata un repertorio desconocido y en discos como Ojos negros, realizó una fusión con ritmos más contemporáneos como el nuevo flamenco, además de incorporar instrumentos prehispánicos zapotecas como el tambor cutinti, la flauta de carrizo y sonajas.
Natalia canta en español y zapoteco. Hija de un militar y una mujer comerciante, aprendió la lengua desde niña, y pese a no pertenecer a una familia de músicos y no contar con su respaldo, no paró de explorar su voz desde que la descubrió al cantar en el coro de la iglesia. Después, cuando se mudó al estado de Puebla para estudiar Filosofía, también comenzó a estudiar canto con distintos maestros.
“Crecí rodeada de música, eso sí, en esta zona la banda nos acompaña hasta la tumba. En mi infancia no había espacios para aprender música, ahora hay programas municipales para crear bandas. Hubo un olvido de la música tradicional, apenas se retomó de unos años para acá”, comenta en entrevista telefónica.
Desde que decidió dedicarse a la música supo que cantaría en su lengua. No pudo concebirlo de otra manera. Está en su tierra, donde perviven las lenguas indígenas de zapotecos, mixes, zoques y huaves.
“Para mí la música tradicional es la más bonita, la de cualquier parte del mundo, porque expresa la identidad y sentir del pueblo; tiene un significado existencial. Yo dije; quiero cantar en zapoteco, la música de mi tierra. Afortunadamente vivo en un lugar donde todavía existe la lengua y se canta en ella”.
Otro trabajo de fusión fue el que realizó con el Ensamble La Transístmica, donde se encuentran el son jarocho y el istmeño. Le pregunto qué se debe considerar en esos procesos. Natalia es firme y menciona que el tema de las fusiones es delicado. No se opone, pero deben hacerse con calidad y cuidado, respetando la esencia, para no caer en fórmulas light o comerciales.
Ser mujer, indígena y músico la ha enfrentado a situaciones de discriminación. Cuenta sin una pizca de lamento que le han dicho de todo: “Cómo te vas a meter en ese ambiente de hombres si eres mujer…”; “pero si tienes una gran voz, no cantes en zapoteco”; “por qué no audicionas en La Voz México (risas)”. Luego concluye: “son cosas que tienes que superar. Nuestros pueblos son machistas”.
Actualmente Natalia vive un momento difícil al igual que sus paisanos del Istmo, donde la tierra no ha dejado de temblar, sin embargo, desea producir un disco con su banda La Istmeña, donde toca con su esposo. En ella incorporan elementos de improvisación que están perdiéndose. También está incursionando en la composición, quiere grabar el proyecto de La Transístmica, y subir su música a todas las plataformas digitales.
Disfruta su música:
Tocar el sax en una banda de carnaval balcánica nahua
Alejandra Cortés Rojas toca el saxofón tenor en una banda originaria de Xicohtzinco Tlaxcala llamada La Murga Xicohtl, un proyecto que fusiona la música de los carnavales tradicionales de la región, con rock y música balcánica. Cuando no es instrumental, se canta en español y náhuatl.
Es la única mujer que integra esta banda formada en 2014. En poco tiempo ha logrado un sonido original que puede escucharse en su primer disco Yeka. Tiene 23 años y su acercamiento a la música fue a partir de los ocho, cuando su padre la inscribió en una academia local para después estudiar desde los 14, hasta hoy, en el Conservatorio de Música de Puebla.
Alejandra no habla náhuatl aunque lo está aprendiendo. Tiene ascendencia indígena nahua, ya que sus bisabuelos lo eran. Al igual que otros grupos de este movimiento, considera que su música puede aportar a la dignificación, el desprejuicio y conocimiento de culturas indígenas.
“Fusionamos música balcánica con música de carnaval. Siento que esta fusión es muy buena para no perder todo lo tradicional y más que nada, para resaltar de donde somos”, menciona en una charla virtual.
Además de tocar con La Murga, trabaja con otros grupos para sostenerse y en este camino es donde reconoce que aún no hay muchas mujeres, “tal vez porque prevalecen prejuicios algo machistas”. Dice no sentir un trato diferente o sexismo. Su grupo la respeta como a otro músico. Afuera algunos le comentan que los motiva a tocar un instrumento. Es madre de un bebé de diez meses, quiere concluir la escuela y tocar toda su vida.
Escúchala:
En esta recopilación de mujeres que realizan música independiente con la premisa de fundir la tradición con lo contemporáneo, es necesario incluir a las oaxaqueñas Alejandra Robles y Geo Meneses, cantantes de música tradicional con amplia trayectoria y que también han incorporado elementos de culturas indígenas de Oaxaca, Guerrero y Veracruz en algunas de sus producciones, además de experimentar con géneros actuales.
En su estilo musical Robles fusiona ritmos afro-caribeños, chilenas, sones istmeños y jarochos con sonidos modernos como el blues, el reggae y el pop, lo que genera un sonido particular. Meneses, cuenta con nueve producciones que incluyen canciones mixes y un disco (Alma de México, 2011) de canciones mexicanas con un sonido electrónico donde participan raperos de la Banda Bastön y otras figuras del género.
No puede faltar la reconocida Mare Advertencia Lírika, nacida en Oaxaca y de origen zapoteco, quien hace algunos años irrumpió en la escena del rap con sus textos en español que denuncian la violencia hacia las mujeres.
Otra compositora de Oaxaca, originaria de Santiago Matatlán, es Paola Hersan, con tan sólo 15 años ha participado en importantes foros presentando la música tradicional de su región. Este año editó su primer disco Zapoteca, donde compuso la mayoría de los temas y cantó en español y zapoteco.
Destaca también la voz de María Reyna González López, cantante de ópera nacida en Tlahuitoltepec Oaxaca, la primera mujer soprano mixe que canta canciones en italiano y en su lengua materna con la técnica que exige el género, y aunque la ópera no es nueva, no podemos ignorar la relevancia de esta fusión.
Dentro de la novedosa propuesta de Pasatono Orquesta, agrupación que ha reinventado el sonido de las orquestas de la región mixteca en Oaxaca, con una mezcla de las viejas bandas indígenas y música de otros pueblos del mundo, están las violinistas Patricia García López y Verónica Acevedo.
Desde otras regiones, Enriqueta Soto es una compositora de Mezquital Durango. Canta en tepehuano en el grupo de música regional Imagen de la Sierra; Mich Rocha de la Lama canta en Gurichango, un grupo de Tepoztlán Morelos que fusiona música latina en náhuatl; Yoze Cast (Yosce Castillo) rapea en el colectivo de hip hop totonaco Tamaxtumit Nakú, de Papantla Veracruz. Originaria de Yucatán, Jazmín Novelo destaca con su balada pop en lengua maya.
Aunque no son indígenas de México pero sí interesadas en ellos, tenemos que incluir a las japonesas Kaori Nishii (trombonista) y Rie Watanabe (violinista), quienes han participado en Sak Tzevul, banda pionera y legendaria de Zinacantán Chiapas, liderada por Demián Martínez.
Algunas lo han intentado aunque ya no estén en las bandas por motivos casi siempre económicos, Hilda Aguilar cantó en el grupo de rock reggae tojolabal, Yok´el Jk umaltik (El sonido de la palabra). Están también Amaranta Gálvez (cantante) y Sarahí H. Gálvez (violinista) de La Nunk. Muerta Rebelión, banda de rock nahua de Veracruz.
Este reportaje pretende dar un panorama general con voces destacadas y emergentes. Seguramente tendremos que agregar más nombres a esta lista, mujeres que están ahí, sonando y abriendo brecha en medio de las dificultades de la música independiente como la discriminación, el sexismo y la invisibilidad en algunos casos. La mayoría de su música puede escucharse en las distintas plataformas que hay en internet.